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EEUU parece sumido en un dulce sueño del que no quiere despertar. Aunque el signo mixto parecía la tónica dominante en Wall Street, el Dow Jones encadenó siete máximos consecutivos y siete jornadas consecutivas en positivo en la que ha sido su mejor racha desde 1996, y ayer el S&P 500 se quedó a tan solo dos puntos de su cifras de 2007. El buen dato del paro semanal propició el empujón alcista de ayer, y hoy, en una complicada jornada de vencimientos de opciones y futuros, se está a la espera de los datos del IPC, producción industrial y confianza del consumidor. Podríamos estar ante la undécima subida consecutiva, la primera desde principios de los 90.
Europa no ha sido ajena a estos buenos datos, aunque comenzara la semana con importantes descensos tras la rebaja de Fitch a la deuda soberana italiana, debido a las dudas que despierta su gobernabilidad y el cumplimiento de los dictados de Bruselas. Precisamente en los mercados de deuda hemos vivido la cara y la cruz de las subastas: de un lado, la decepcionante emisión de bonos en Italia, con aumento del coste de financiación y baja demanda; de otro lado, la magnífica subasta de Irlanda, la primera desde su rescate en 2010, con una demanda desorbitada y disminución de costes de emisión. Al margen del FTSE 500 londinense, en máximos de cinco años, el resto de plazas europeas se indigestaba con las tensiones venidas del país transalpino, al menos hasta que se dejaron contagiar por el optimismo de Wall Street. Mientras se esperan los resultados de la reunión extraordinaria del Eurogrupo respecto al rescate de Chipre (estancado desde hace meses) quedamos a la espera de la publicación de los datos del IPC europeo.
Aunque Europa, inmersa en sus propias debilidades económicas, vive una realidad diferenciada de la estadounidense (basada en que su fortaleza industrial es suficiente para afrontar los retos que se avecinan) la estabilidad está más justificada. El BCE hace lo propio: pide más reformas y justifica su política monetaria. Pero destaca el dato de devolución de 224.800 millones de euros de los préstamos recibidos en las LTROs, lo que apunta a la salida de la crisis del sector financiero, piedra angular para una futura recuperación si el crédito fluye como debe hacerlo.
En España la bolsa comenzaba la semana con lógicos recortes tras el rally de la semana pasada, cuando se anotaba cerca de un 5,4%. Tocaba recogida de beneficios y, aunque el IBEX perdía los 8.500 tras tres jornadas consecutivas de leves descensos, los buenos datos estadounidenses y el éxito de Telefónica en su emisión de deuda corporativa empujaron al selectivo para situarse ayer por encima de los 8.600 puntos. En medio quedaba una jornada, la del miércoles, en la que el principal valor del IBEX se convertía en su principal lastre: Inditex veía como la presentación de sus buenos resultados no era suficiente, y los inversores castigaban sus títulos por la desaceleración de sus ventas en el tercer trimestre. Nada mal fueron las cosas en el mercado de deuda, tras dos jornadas de subastas en las que el Tesoro conseguía colocar más de 6.600 millones de euros. El dato negativo llegó en la subasta extraordinaria de ayer, pues sólo conseguía colocar 800 millones con un repunte de la prima de riesgo a los 339 puntos básicos, y el bono a 10 años nuevamente por encima del 4,80%.
La aventura alcista estadounidense y el consabido rally de principios de año nos remontan a los experimentados en 1987 y 2000, a los que siguieron fuertes caídas. No necesariamente afrontaríamos el pinchazo de la burbuja augurada por Nouriel Roubini, pero debería haber correcciones. Una cosa está clara: la renta variable no refleja el verdadero estado de la economía. Aunque algunos sigan hablando de empresas infravaloradas, parecen no tener en cuenta las fisuras de los pilares sobre los que se sostiene la pretendida fortaleza. Mientras los bancos centrales continúan con sus políticas de sostén e inyección de dinero, ningún problema. Pero ¿cuánto puede durar?
Amar N. Daryanani
Analista Independiente